Santiago en Santiago I – ¿Sueñan los chilenos con ovejas eléctricas?

Tecnología, estancamiento económico y las ambiciones políticas de izquierda en Chile

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En este momento, me encuentro en una misión comercial en la provincia de Chile, el número 52 de los Estados Unidos de América. Al menos, a veces lo parece. Otras veces, se nota que el Partido Comunista es el que tiene más afiliados a nivel nacional.

Exploro el país desde hace ya dos o tres meses. Mientras repaso mis anotaciones sobre el país, leo acerca de una de mis antiguas obsesiones: el Proyecto Cybersyn. El libro de Eden Medina sobre el tema. En Latinoamérica siempre estamos desarrollando cosas raras en el medio del caos. Como escribir un haiku en una batalla campal.

Lo primero que vi de Chile es que en el aeropuerto de Santiago pasan una música bastante simpática. Pienso que alguien cobró muy bien por hacerle un manual de estilo a las playlists. Ocurrió un milagro, y es que ninguna canción tiene nada que pueda molestar a nadie. No sabía que había tantas así.

Lo segundo que vi fue una moto muy grande en el freeshop.

Esta es mi impresión del primer viaje que hice, en junio de 2022: Chile es Tercer Mundo que se niega a sí mismo. Boric viene a discutir eso. A contradecir la idea del “oasis” piñerista. Al fin y al cabo, su proyecto político nació dos veces, a la luz de dos protestas: la de los movimientos estudiantiles y la del estallido de 2019.

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Surgen muchas preguntas cuando uno piensa en la mirada de Eden Medina sobre la tecnología y los contratos sociales que implica el diseño. Podrían resumirse en: ¿sueñan los chilenos con ovejas eléctricas? ¿Hasta qué punto la sociedad está preparada para asumir el costo social de una transformación económica? ¿Cómo sigue la historia de una sociedad que se divide entre los que anhelan hacer lo que ya no funciona y los que se inspiran en lo que no funcionó en el pasado?

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Boric está inaugurando la centralidad de la dicotomía Estado-mercado. Antes de él, solo había mercado.

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La máquina económica chilena se desaceleró notoriamente hace unos diez años. Mi lectura es sencilla: el hardware no da para más crecimiento. El mercado tiene que corregir y arrancar de nuevo. Posiblemente, estemos en la fase final del estancamiento. Posiblemente, dé para cuatro o cinco años más antes de repuntar verdaderamente. El futuro político de Chile depende de este hecho. Desarrollaré en otra columna.

Mi lectura del estallido social del 2019 es simple y materialista:

  1. Las principales demandas sociales en Latinoamérica son mayor poder adquisitivo y seguridad.
  2. En un ciclo de acumulación de capital y complejización de la economía, los sueldos suben en términos reales y el poder adquisitivo aumenta cada vez más.
  3. El contrato social en torno al modelo chileno (que para mí se consolida en los 90, partamos de ahí) consistió en suspender las grandes diferencias políticas de las dos décadas anteriores a cambio de un mercado alcista y cantidad y variedad de consumo. Chile nunca fue muy cosmopolita (a diferencia de Buenos Aires), así que el impacto cultural fue mayúsculo. Este pacto se rompió con el estancamiento del poder adquisitivo. La gota que rebalsó el vaso fue el aumento del subte de Santiago por parte de Piñera.
  4. Ahora mismo, el contrato social Estado-Pueblo se está reevaluando.

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No creo que los chilenos hayan tomado malas decisiones. Miremos las ventajas estratégicas del modelo noventista. Eligieron un modelo de crecimiento muy barato, una política aperturista que elimina fricciones financieras y mantuvieron a la oligarquía en su lugar: cinco familias tienen un gran porcentaje del capital en Chile. Muchas noticias empiezan con “La familia ****** hizo tal cosa”.

Una vez renunciadas las ambiciones políticas antioligárquicas que encontraron su cúlmen en Salvador Allende (pero venían de mucho antes), se dedicaron a dejar que la burguesía haga dinero. Argentina, por comparar, tiene una clase alta más diversa.

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Pienso: la historia de Chile bien podría ser la historia de tres barrios de Santiago. La de Argentina, al menos, la de dos ciudades: Buenos Aires y Córdoba.

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Ahora hay minimercados e importadoras por todas partes, ¿llego la hora de poner máquinas? La máquina semiótica al menos (esforzarse en sumar valor abstracto). Para mí, la saturacion del comercio minorista es una muestra del grueso de la economía.

El problema es que, con este modelo, la economía chilena, probablemente, alcanzó el máximo grado de complejidad al que podía aspirar por ahora.

La hipótesis de Boric es que el dirigismo estatal oriente a las empresas hacia productos de mayor valor agregado y mayor complejidad, o sea, que generen más ramificaciones en el sistema. Ejemplo de ello es la reciente nacionalización de litio, que posiciona a Argentina como el actor de la región más amigable con el sector privado.

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Para dirigir la economía está la CORFO (Corporación de Fomento), la que es, para mí, el corazón del Estado chileno (¿Qué institución representará tanto cada momento político de la Argentina?).

La CORFO empezó como un promotor de la ISI: industrialización por sustitución de importaciones. En los 70 de Allende, se transformó por completo para ser la institución de planificación económica socialista (fascinante). En los 70 de Pinochet, fue desguazada y corrupta. En los 2000, se consolidó como la aceleradora de start-ups más importante de Latinoamérica. Seguramente, lo que la izquierda en crecimiento haga de ella nos dará la pauta de las próximas décadas chilenas. Recordemos que, en estos momentos, cogobierna el Partido Comunista. No es la izquierda de los 90, de la Concertación. Los cuadros técnicos son más bien desarrollistas, quieren volver a mirar a la matriz productiva más que a los términos de intercambio (reducción de impuestos, tratado de libre comercio, etcétera. La hipótesis neoliberal). Será interesante ver hasta si se llega o no a un conflicto con la política aperturista que se viene manejando hasta ahora. O bien, con la burguesía digitalista (?) ascendente: la CORFO, como aceleradora de start-ups, subsidió el desarrollo de PYMEs de servicios e innovación digital, sobre todo. Hay algo ahí.

El triunfo de Boric podría consistir en crear su propia burguesía o conseguir apoyo en facciones de la ya existente. O bien, lograr que los sindicatos le den bola. En fin: enraizar su poder. Al menos, ese fue el triunfo de Juan Domingo Perón. Pero a eso lo podría desarrollar, como siempre, en otra columna.

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