Santiago en Santiago IV – Boric, mon amour

Discurso, vida cotidiana y el futuro político de Chile

En este momento, me encuentro en una misión comercial en la provincia de Chile, el número 52 de los Estados Unidos de América. Al menos, a veces lo parece. Otras veces, el Partido Comunista es el que tiene más afiliados a nivel nacional.

Quizás parece que miro demasiado a la primavera allendista, pero sigo las miguitas del discurso social santiaguino.

También está la otra primavera, la que no era roja por los colores marxistas sino por la sangre. Pinochet goza de una legitimidad palpable. No era para menos: el creador del gran modelo estatal de hoy en día, el “oasis” de Latinoamérica, tal como diría Piñera poco tiempo antes de la explosión social de 2019, también hizo casas populares y se erigió como la última figura fuerte de la historia política del país.

Pero el PC sigue siendo el partido con más militantes.

Pareciera que las cosas acá son muy simples. La gran grieta ideológica (mucho más profunda que nuestro peronismo-antiperonismo, he de decir. Mucho más una lucha de clases clásica) está aún bien guardada abajo de la alfombra. Quienes pensamos en ella más o menos seguido somos yo, Lisa y la estufa. Los demás intentan gobernar.

Creo que el gobierno chileno en funciones está desconectado de sus bases en cierto punto. En el sentido de que navega sobre una sociedad más de lo que conduce a una serie de votantes para disponer un programa político. Lo que sí, es e intenta ser una izquierda bonita: tecnócrata, moderada, centrada en gestión más que en construir relatos nuevos. Incluso leí notas sobre importantísimos cuadros comunistas que son respetados por la oposición gracias a esto. La reinterpretación que busca parte de la sociedad saldrá de otros lados. Creo que Boric se va a quemar y lo verdaderamente interesante viene después de él. Los reportes de Valeria y otras personas (y las encuestas) dictaminarían que nadie es votante del merluzo. ¿De quién son, entonces, esos votos? El error de Boric es no estar construyéndolo ahora mismo. Necesito una reunión con alguien de Convergencia Social.

El chileno es alguien que sobrerreacciona. Cuando asumió Boric y cuando se votó por la Constitución, todo era pánico. O que íbamos a ser Venezuela, o que la derecha iba a imponer el pinochetismo 2.0. Nada ocurrió, todavía no saben que nunca nada ocurre hasta que ocurre.

Mucha religión en las calles, mucha gente predicando con micrófonos o cantando en grupo. Hay una semiótica de la amplificación, de la imposición pública del mensaje. Por otro lado, en la librería nos piden libros de finanzas personales. Mi jefe me dice que los puestos callejeros de libros, directamente, son fachos. La izquierda chilena, ¿qué vector cultural propio tiene? ¿Cómo mueve la vida cotidiana de las personas? ¿Dónde está en la esfera pública más allá de los medios oficiales y la militancia concreta? Lo único que veo son pintadas, pero eso no es vida cotidiana. Son las huellas de lo extraordinario: el estallido social de 2019.

Un pensamiento: la cultura es eso que pasa mientras leemos sobre cultura. Williams lo dijo mejor: la cultura es lo ordinario.

Me reportan (y soy testigo) que la xenofobia va en aumento. Argentinos establecidos hace años sufren la ley del hielo de repente y personas autoproclamadas de izquierda claman también su desprecio por los venezolanos. Yo mismo recibí alguna muestra. El país-pasillo no tiene lugar para más gente, aparentemente. Suelo pensar que hasta yo creo más en Chile que el chileno promedio.

En Chile, los sentimientos que priman son la frustración y el miedo; en Argentina, la resignación, la bronca.

Boric no es mal presidente, si uno hace los números, pero está demasiado desorientado para notarlo o construir un relato. También, gobernar en coalición (o sea, con oposición interna) complica las cosas. La estrategia de la izquierda es desligarse del Merluzo. Mientras tanto, este oficialismo sobrepondera dignidad y subestima al discurso desarrollista y tecnócrata. Habla de redistribución y no de su estrategia para destrabar el estancamiento de la economía chilena. Y eso que su equipo económico sí tiene algo que decir al respecto. En fin.

Boric vino con sus propios think tanks. Proponen desarrollismo y derechos sociales. Proponen más democracia, mejor participación. Pero no proponen marcos de referencia que neutralicen o compitan siquiera con lo que propone la oposición: Make Chile Great Again.

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